Rutina

Mario Benedetti escribió en La tregua: "Hoy fue un día feliz, sólo rutina".

Los noctámbulos jamás madrugamos, a no ser que tengamos billete en primera clase para un viaje al centro de la Tierra o a la Luna o a los juzgados. Al levantarme, me lavo la cara con agua fresca. Después observo mi rostro de dueño de Garfield para analizar si mi mandíbula lampiña necesita un afeitado o lo puedo posponer a mañana. Saco de las mallas un limón y una naranja y exprimo un zumo que me refresca la boca y la garganta, y desciende hasta los pasajes secretos del estómago para bailar un tango.

Me ducho con un cubo entre mis pies, cuya agua aprovecharé a mediodía -como de rutina- en el retrete. (Inconvenientes de creer en un mundo sostenible.) Luego me acomodo en el sofá para zamparme una rebanada de pan con lo que tenga refrescado en la nevera, y tomar un café con leche frío y sin azúcar. Enciendo un cigarrillo y analizo cómo se presenta el día, enmarcado en la ventana.

Las mañanas son para las diligencias. Acostumbro a aguardar con temple mi turno en el banco, en Correos para mandar paquetes certificados, en la delegación de Hacienda... Después bajo hasta el mercado del barrio y, aunque no tenga nada que comprar, me gusta pasear entre sus puestos para agitar los sentidos: olfatear el pescado, contemplar el color elegante de las berenjenas, escuchar las máquinas laminadoras de fiambre, palpar un melón...

No soy mal cocinero, pero prefiero comer sencillo a base de verduras y proteínas a la plancha. Mientras los fogones están en marcha, salgo un rato al balcón para leer y tomar el sol de otoño. Asimilo toda la información que puedo a través de los medios radiofónicos en mis auriculares, o actualizando los periódicos atrasados. De vez en cuando varío el enfoque de mi vista, tras las lentes graduadas, para aprender de moda en la gente que circula por la calle, en su rutina.

Mi dosis de televisión diaria sucede a mediodía. Antes pasaban Shin-Chan (un golpe de inspiración del japonés Yoshito Usui, hace más de diez años) y me avergonzaba estallar en carcajadas ante una serie infantil, con las evoluciones rutinarias de Himawari, Misae o Hiroshi en su mundo loco que se asemeja al mío. Ahora agoto tristemente mi dedo pulgar con el zapeo, mientras espero el turno de las cuatro de la tarde en la cadena de montaje. La tengo en casa, y me canso de pulsar teclas para que aparezcan páginas en la impresora. La tarde/noche es el tiempo que destino a ganarme el sueldo. Suena el teléfono, llegan las propuestas, gestiono su realización, facturo al final. (En medio queda una cena frugal y un paseo al Turó Parc.) Antes de agotar mi jornada visito el ciberespacio para llenarme de todo lo contrario a lo ordinario. Así sucede mi vida.

Hoy fue un día feliz, sólo rutina. Tomé naranja con limón palpándome las mandíbulas por si necesitaban la acción de la cuchilla. Compré merluza fresca en el mercado. Tuve un encargo para una empresa de Marbella que ya está enviado. Corrí al Turó Parc, pero lo habían clausurado a destiempo (aunque me crucé con la mujer caucásica, con su perro dálmata, en la verja. Ni me miró, como siempre). Por la noche me llamó mi padre a deshoras para relatarme que se había sentado en la butaca de Zapatero en su viaje relámpago a Madrid con su compañera desde hace cuarenta y tres años. Me prometió fotos y anécdotas para el fin de semana. Parece más joven de lo que es. Siempre lo ha parecido. Una tarde de hace años nos dirigíamos a jugar a tenis en la tierra de la niebla, cuando nos cruzamos con un peatón amigo suyo. Nos observó y fue contundente: "Sembles el pare del teu pare". El tenista no ha cambiado en este tiempo. Tampoco yo.

Se acaba mi día rutinario y -ahora- en la mesa del ordenador, o derrotados entre mis pies o apilados en una pared están los diccionarios generales, los de sinónimos, los libros de estilo, las hojas sueltas con notas... que me han ayudado a escribir esto. Me da pereza recogerlo todo antes de acostarme. Todavía debo entrar a internet con mi bata rayada de párvulo y las iniciales escritas con hilo en el bolsillo, para que Thaís me regale la segunda clase de portugués. Esto es lo que he aprendido hasta el momento:

Brincadera=Broma.
Uma=Una.
Eu sou=Yo soy.
Tambem=También.
Agora=Ahora.
Português=Portugués.
Filha=Hija.
Muy bien=Muit bem.
Praia=Playa...

Ser estudiante a mi edad rejuvenece. Rompe la rutina de la vida. Me hace sentir como Holly Golightly aprendiendo ese idioma dulce mientras prepara su viaje a Brasil en la novela de Truman Capote Breakfast at Tiffany's (que dejé olvidada en una mesita de noche alemana). Sou muito grato.

5 comentarios:

    ajajjajaajaja xD que lindo isso
    :P

    logo você vai falar português!!!

    Beijo :P

     

    Un vespre, una senyora que estimo molt (i que ha marcat força la meva vida) em va dir : "arribarà un dia en que voldràs que cada dia sigui igual que l'anterior". ´
    No ho he oblidat mai.

    P.S.: A mi també m'agrada el cafè amb llet fred i sense sucre. Curiós... només em coneixia a mi i als de casa.

     

    El português es un idioma fácil, Thaïs. Se parece mucho al inglés. Creo que lo aprenderé.

    T'ha arribat el dia Violette? Confio en que no. I això del cafè amb llet fred i sense sucre és típic dels crancs.

     

    La feina d'artista obliga a no matinar, serà per això que insisteixo per sobreviure com a obrera de l'espectacle.

    Aquests dies col.labora en el meu sou mensual una substitució en una escola. El millor de tot, és que està al costat d'un dels mercats i de la floristeria més preciosa de Barcelona. Només per aquest motiu, ja és agradable anar a treballar.

     

    jo també sóc de cafè amb llet freda sense sucre i no sóc cranc!

    Amb cigarreta sempre.