Ilse próximamente en Barcelona. Entradas ya a la venta.


Ilse: hoy salí con una amiga
Ilse: y hemos intentado fumar un porro.
El paseante: joder, ya no estáis en edad de fumar porros
El paseante: los porros son pá niños mujer. Lo vuestro es el caballo
Ilse: jajaaaaa
Ilse: el jaco!
El paseante: sí, ya os imagino tiradas en un banco de un parque chutandoos en vena
Ilse: ay k poco glamuroso
El paseante: Pero el viaje es guapo
Ilse: tú has probado el jaco????
Ilse: anda ya!!
El paseante: a ver niña, que tengo una edad y he probado de tó
El paseante: incluso he mezclado coca-cola con coñac
Ilse: jajaaaaaa
Ilse: y soberano con cacaolat
Ilse: te pega todo

Es sólo una muestra de las tonterías (pido disculpas a la gente que tenga problemas con las drogas) que nos hemos contado, Ilse y yo, en mil noches de insomnio por internet o por teléfono. No llevo la cuenta del tiempo que hace que nos conocemos (ella tiene mejor memoria que yo). En esas charlas nos hemos reído, nos hemos sincerado, nos hemos peleado, nos hemos insultado, nos hemos entendido, nos hemos desencontrado, hemos proyectado viajes conjuntos a Buenos Aires (mi propuesta) o Nueva York (su propuesta) si a uno de los dos le toca una lotería. Es lo que hemos hecho conjuntamente.

Por ella no recuerdo haber hecho nada unilateralmente. Aunque soy extremadamente detallista.

Por mí ella tampoco ha hecho tanto. Bueno, a veces me ha animado (no me sirvió de mucho). También me mandó una novelita titulada Middlesex (era poca cosa), CD's con música de Rufus Wainwright (un cantante minoritario) y de Martha Wainwright (la hermana de un cantante minoritario). También quiso prestarme su piso de Madrid, mientras ella hacía uno de sus viajes, para que yo conociera su ciudad a low cost. Pero seguro que habría puesto cepos en los cajones de sus armarios para evitar que fisgoneara. No piqué en su enredo.

Nunca nos hemos visto. Ha habido intentos, pero no han fructificado. Este fin de semana, Ilse vendrá a Barcelona para asistir a conciertos de Rufus Wainwright, Vampire Weekend, The Mary Onettes... Quiere conocerme en una pausa de la vorágine musical del Primavera Sound.

Le he dicho que sí, aunque seamos la noche y el día. No nos parecemos en nada. Quizá por eso nos queremos un poco. Ella es insegura y lo deja todo para el último día. Yo soy más previsor. Hoy ya me he duchado, afeitado y cambiado de ropa interior de cara a esa cita del sábado. Ella todavía no sabe qué meter en su maleta, y seguramente se aseará ese mismo día. Lo suyo no es precisamente la previsión en temas de higiene personal.

Me apetece conocerla. Aunque será extraño después de tanto tiempo, de que lo sepamos casi todo el uno del otro. Amenaza lluvia para esos días. Así que espero ver a esa mujer en cualquier rincón de Barcelona (todavía no lo hemos decidido) bajo su paraguas con la varilla rota. La hija del minero, la madrileña que a veces me habla en pseudo-catalán -entre risas-, la chica con el puño en alto de izquierdas, la madridista de boquilla, la que cuida a la gata Salsa, la de la voz bonita, la mujer de rasgos atractivos. Mi amiga.

Ilse: cuando te vea nada de dos besos
Ilse: te voy a dar un abrazo!
Ilse: un abrazote fuerte!
Ilse: de mucho cariño!
El paseante: oye? pero sin restregarse mucho eh? que hace tiempo que estoy a pan y agua
Ilse: jajaaaaaaa

PD: Este post ha sido supervisado por Ilse. Me ha propuesto cambiar el tema musical del principio. Prefiere a Vampire Weekend.

Televisores y lavadoras


Veo poca televisión. Los lunes El rondo en TD8, y Ágora en el Canal 33. Los martes House en Cuatro (¡cómo mola!). Los viernes Thalassa, de nuevo en el Canal 33 (esa voz relajante de Carles Pérez me invita a tener días zen. Necesito escuchar su dicción para sentirme bien en fin de semana.) Y en sábado acostumbro a ver Cinema 3, en el Canal 33 -cómo no- (esa voz relajante de Monts Llussà me invita a tener días zen. Necesito escuchar su dicción para sentirme bien en fin de semana). Después sigo el partido de fútbol en TV3. Si estoy en Barcelona lo veo completo. Si lo miro en la tierra de la niebla, me duermo invariablemente en el sillón orejero, de espaldas a los otros televidentes de la familia (procuro no roncar).

Muy de vez en cuando veo una película en la pequeña pantalla (debería hacerlo más a menudo, porque antes era cinéfilo). Este 2008 creo que he visto dos. La primera fue una revisión de Italiano para principiantes (2000) de Lone Scherfig, de madrugada en la 2. Es una de mis cintas preferidas de los últimos años, junto a Cosas que nunca te dije (1996) de Isabel Coixet y Wonderland (1999) de Michael Winterbottom. Son historias parecidas: personajes desprotegidos en busca de calor humano. Gente solitaria e introvertida, mirando cómo circulan los tambores que limpian la ropa en la lavandería colectiva, mientras observan de reojo al vecino/a por si puede ser él o ella.

La segunda fue una película inglesa, rara, que emitieron hace dos domingos en BTV, en la sobremesa. No tenía ninguna intención de quedarme frente a la pantalla. Era un día fresco y soleado, y me apetecía salir. Pero las imágenes se sucedían, y me atraparon con sus tentáculos en el sofá hasta asisitir al desenlace de esa historia que comencé a ver con quince minutos de retraso, en la escena en que la protagonista está en el balcón para hacerle chantaje al actor principal con una carta compremetedora. Desconocía el título y el director. Sólo reconocí a Paulette Goddard, en el rol de mala. Seguramente era el único ser vivo que miraba esa cinta a esas horas. Apagué la tele después del The End, y fui de paseo hasta el Turó Parc.

Al atardecer, la mujer elegante me invitó a salir de mi caparazón. Es habladora, y asisto siempre a su clase vital como un alumno aplicado. Ella quería ir al cine en las salas Verdi, pero la obligué a pasear por mi barrio. Nos entró hambre, y elegimos un local mejicano tremendamente oscuro (no vamos sobrados de dinero y no podemos ser exigentes). Así que utilizamos el mechero para leer los platos de burritos, quesadillas y tortitas. Luego tomamos una copa en el Bonobo, en esa calle invisible. Después de mil historias, me explicó que ese domingo había encendido el televisor después de comer, y se había topado con una película antigua. Era en BTV. Reconoció a Paulette Goddard, pero a nadie más. Comenzó a verla con quince minutos de retraso, en la escena en que la protagonista está en el balcón para hacerle chantaje al actor principal con una carta compremetedora. Y pensó que era la única persona en la ciudad que miraba esas imágenes.

Tras muchas horas de investigación, he averiguado que la película es An Ideal Husband (1947) de Alexander Korda.

La vimos juntos, sin saberlo, una tarde de domingo. En 2008. Estábamos solos en nuestras particulares salas de proyección caseras. Mirando girar el tambor de la lavadora.

Harén Fútbol Club 3 (golpe de efecto)

Mientras el equipo rival se dedica a emitir musiquita por la megafonía de sus instalaciones y a pensar en barriles de cerveza, mojitos y gimlets (no sé qué carajo será eso, pero si les gusta debe llevar agua de fuego), me he pasado el fin de semana encerrado en las oficinas del club haciendo llamadas telefónicas.

Tenemos el equipo (equipazo) de fútbol formado, pero nos faltaba configurar el staff técnico.

He hablado con los mejores profesionales para cada área. Gente con larga experiencia, efectivos, con trayectorias repletas de éxitos. Todos querían formar parte del HFC, pero me he visto obligado a hacer descartes y elegir sólo a los que creo que nos conducirán a la gloria.

Staff técnico del Harén Fútbol Club.

Entrenador: El paseante.
Segundo entrenador: Atikus.
Delegado de campo: Atikus.
Masajista: Atikus.
Jefe de prensa: Atikus.
Traductor: Atikus.
Speaker: Atikus.
Utillero: Atikus.
Encargado del cesped: Atikus.

Yo no tengo tiempo de poner tonadillas aquí. Me debo al trabajo.

Harén Fútbol Club 2 (despreciamos el desafío)

Este blog tiene un par de años de vida. Han entrado personas de todo tipo, dejando mensajes que siempre he agradecido. Algunas resisten con el tiempo; se han quedado a hacerme compañía. He hecho amistades interesantes, quizá para siempre. Mañana entregaré unos Brucs de patchwork (la cosa más bonita del mundo, como podréis comprobar aquí) a mis sobrinos. Me los ha enviado Emily por correo en una caja enorme, con una notita simpática y discreta, como es ella.

Creo que formaría un buen equipo de trabajo, o de amigos, o de deporte con toda la gente a la que leo y que me lee. El otro día, me inventé una alineación de fútbol para pasar el rato, porque me apetecía, porque las imaginaba a cada una en su puesto dándolo todo por el club. La idea ha sido comentada. Creo que gustamos, que parecemos un grupo. Es un buen punto de partida.

También han hecho bromas de nosotras (lo digo en femenino porque estoy solo con mi traductor Atikus en este asunto, y el genérico sería abusivo).

He leído en el blog del Veí de Dalt que nos reta a un partido. ¿Por qué tendrá tanta urgencia, con ese equipo suyo edificado deprisa y corriendo?. ¿Envidia? Les daríamos un buen repaso. Pero no haremos eso. Dejemos que se preparen para no humillarlas. Si ellas tienen prisa, es su problema. Nosotras a lo nuestro. A ser un verdadero equipo.

Hoy he aprendido a mandar un burofax (no es sencillo):

"Apreciado señor Veí.

Lamentablemente debemos rechazar su ofrecimiento para jugar un partido este fin de semana. Tenemos la intención de formar un equipo profesional de fútbol, y no un grupo de amigas que disputan encuentros de solteras contra casadas.

Iniciaremos la pretemporada el 4 de agosto, después de las correspondientes pruebas médicas. Avanzaremos en la preparación física y táctica, en el ensayo de jugadas a balón parado, en el entendimiento entre las jugadoras sobre el terreno de juego.

Si ustedes quieren hacer lo mismo, adelante. Pero, por las referencias que tengo de usted y leyendo la lista de las jugadoras del Maleruveïnes Team FC, intuyo -con absoluto respeto hacia sus personas- que harán la pretemporada en la barra del local más sórdido que puedan encontrar (aprovechen para darle recuerdos a Ronaldinho).

Si lo considera de su interés, podemos disputar estos partidos que nos propone a partir de septiembre.

Saludos cordiales.

El paseante."

Harén Fútbol Club


Llevo 48 horas prisionero de esa lluvia en la ventana que no me permite pasear. Salgo, con mi paraguas desvencijado de la tienda de los chinos, a por los ingredientes necesarios para cocinar mi sopa imprescindible para días así (la que me calienta el cuerpo), o para comprar sobres en el quiosco de la calle Astúries. Paso el resto del tiempo encerrado en mi haima. Aburrido.

Creo que fue Emily quien me inventó sentado con un turbante (que me venía grande y me resbalaba frente abajo) en una tienda en mitad del desierto, rodeado de un harén de lectoras sobre alfombras persas. Es verdad que casi sólo me comentan mujeres. Pero tambien está Atikus. Y a veces me visita el Veí de Dalt o Martí. Me gustaría tener más contacto con blogueros masculinos (se aceptan recomendaciones).

Ya que dispongo de este harén, y aprovechando que próximamente el Barça va a cambiar a media plantilla, me he propuesto hacer la broma de crear un equipo de fútbol con las mujeres que me leen. Así que ya pueden correr a comprar un pantalón corto, una camiseta, botas con tacos y protectores de tobillos en Decathlon.

Supongo que ellas saben que son 11 jugadoras por equipo y 11 reservas. Así que necesito a 22 deportistas (2 por puesto). Me ha costado montar el grupo (el harén no es tan amplio como pensaba Emily).

La portería requiere a gente segura de sí misma, un poco chula, con reflejos de gato. Apostaría por Eva al desnudo y por Xurri.

En la defensa central hacen falta jugadoras duras, pendientes de conservar la portería a cero, mujeres expeditivas, serias, bregadas en muchas luchas. Sin temor a una lesión. Gente canalla y noble al mismo tiempo. Allí pondría a Be, Gemma, Nimue y Rita.

En las defensas laterales (que también van al ataque) es necesaria la capacidad de análisis, saber cuándo hay que subir a hacer goles y bajar a defender. Hablamos de personas moldeables, que saben adaptarse a las circunstancias. Son como pájaros. Me decantaría por Alatrencada, M, Somiant la lluna y Violette.

En el pivote defensivo se precisa a gente sufrida, altruista, entregada. Personas capaces de dar juego y evitar el ataque contrario. Hay que ser duro, pareciendo amable. Allí pondría a Joana y a MK.

Los medios centros ofensivos generan ocasiones de gol. Son seres desprendidos, los que dan el pase final. Hace falta mucha imaginación, mucha alegría vital. Pero son los más intermitentes. Seleccionaría a Katrin, a Khalina a Mirielle, y a Natribu.

Queda la delantera. Egoístas y artistas al mismo tiempo. Profesionales. Expertos en dar felicidad. Creativos con mal carácter. Mi delantera sería por la derecha: Bárbara y Thaís. Por la izquierda: Arare y Desconvencida. Por el centro: Ilse y Emily.

Llueve tras mi ventana, y me van a llover muchos comentarios disidentes. Pero me apetecía ejercer de Frank Rijkaard. (Tengo dudas para elegir los colores del Harén Fútbol Club.)

Cotó


En la tierra de la niebla abrí las alas de la ventana de mi dormitorio en el tercer piso para que la primavera se desencallara de entre los tallos de los geranios, los pensamientos, los lilás, las hortensias y las marquesas del patio de la señora Sofía, y ascendiera para ensanchar mis pulmones con su aire nuevo.

Desde allí veo decenas de tejados rojizos con las chimeneas calladas porque ya hace buen tiempo, fachadas encaladas con bugambilias abrazadas a ellas, un patio abandonado en el que crecen las malas hierbas, sábanas limpias al aire que las seca, mesas puestas tras los cristales esperando el mediodía.

Este sábado, en la terraza de los vecinos, un pequeño yorkshire terrier blanco asistía -como en un partido de tenis- a la conversación entre una madre y una hija sentadas en un banco de espaldas a mí. Miraba a la persona que hablaba y giraba su cabecita de peluche para escuchar a la que respondía.

Es el pequeño Cotó, que siempre brinca tras las mariposas sin ladrar, como un mudito (es el perro más silencioso del universo). El señor Gris tuvo tiempo de conocerle antes de morir, cuando era una miseria de cachorrito que apenas podía evitar que su culo chocara contra el suelo por la flaqueza de sus patas traseras.

Sobre la cama tenía el libro que me regaló la pintora detenido en la página 45 (jamás cierro una novela por una página acabada en seis). Me tumbé en el lecho para leer un rato, con el murmullo de la conversación de esas mujeres de fondo, entremezclado con el crac-crac de los picos de las cigüeñas posadas en la antena de telecomunicaciones al final de los tejados. Luego escuché que las vecinas se levantaban y le decían cariñosamente al animal que debería quedarse encerrado en la terraza porque tenían invitados a comer.

Me dormí. Hasta que me despertaron unos chasquidos de lengua contra el paladar. A su estela surgió la voz susurrante de mi madre. Desde la galería de la granja de los caballos hablaba con Cotó a escondidas, al que veía prisionero tras la reja de su terraza: "Cotó, Cotó, t'han deixat solet oi?". Me asomé a la ventana. El perro movía la cola contento de que alguien se preocupara por él, sin decir ni mu. La miraba con esos ojos de canica. Interrumpí su momento íntimo, hablando desde las alturas, como si fuera Dios:

-Saps si el Manolito (el hombre que cuida animales) obre dissabte a la tarda?

La señora Sofía se asustó de que la hubieran sorprendido. Levantó su rostro hacia mi dormitorio, guiñando los ojos por el sol, y dijo:

-No ho sé. Per què ho preguntes?
-Perquè et compraré un gosset.
-Carallot. No en vull de gossos jo. Ja ho saps que no m'agraden els animals. Ho embruten tot.
-El vols blanc o negre?


Caminó hacia la casa sin responderme, y se introdujo en su interior para perderme de vista.

Intercalé la faja en la página de la novela en que me había detenido (que no acababa en seis). Después de comer la metí en la mochila y la arrastré conmigo a recorrer la orilla del canal. Me senté entre unos perales, a una hora de la ciudad, con las frutas que parecían pequeños renacuajos. Abrí de nuevo el libro. El sol me sonrojó la cara y los brazos mientras avanzaba en esa historia de un pintor que está a punto de exponer su obra al público.

De vez en cuando levantaba mi mirada del texto y observaba esa sangría de amapolas entre los postes de madera, que separan una finca de la otra, y que se dirigían al canal de riego como una hilera de hormigas rojas. Recordé las veces que había estado allí con el señor Gris. Leyendo. Siempre se enfadaba conmigo porque no le hacía caso, y protestaba con ladridos (no era precisamente un perro mudito), levantándose de su nido de hierba y alejándose unos pasos, hasta que veía que no le iba a seguir y regresaba fastidiado para tumbarse de nuevo a mi lado.

Jamás quería volver a casa. Cuando llegábamos a la ciudad, él disumulaba buscando rastros de otros canes en la maleza, hasta que comenzaba a caminar deprisa desandando los pasos y regresando al campo. Como un pillo. Tenía que perseguirle. Entonces le enganchaba con la cadena y le decía: "Va, que la padrina et donarà pollatre, home". Se lo repetía en nuestro tránsito por las calles, para que no se frenara. Hasta que al llegar a la granja, introducía la llave en el cerrojo y salía disparado hacia la cocina, donde siempre le esperaba la señora Sofía. Escuchaba a lo lejos cómo le hablaba en voz baja: "Vols una "pechugueta" oi? Estàs cansadet. Au, vine". Y le llevaba al patio para llenarle el comedero con pollo y caldo.

A menudo le preguntaba a la señora Sofía: "Com que sou tan amics, vols que te'l deixi una temporada?"
Siempre me respondía: "Carallot. No en vull de gossos jo. Ja ho saps que no m'agraden els animals. Ho embruten tot".

En el tren de regreso a Barcelona acabé de leer El paraíso era una canción, de Fernando Riquelme. No es la mejor novela que he devorado en mi vida, pero estaba en el rincón menos vigilado de la librería preferida por la pintora. Robó un ejemplar para ella y tuvo el detalle de esconder otro para mí en su bolso. Entre los embites del tren llegué al punto y final (la página acababa en nueve). En el asiento vecino, una chica transportaba un perro bonsai en un maletín de plástico. De vez en cuando abría la puerta de la jaula y le acariciaba el lomo. Chasqueaba la lengua contra el paladar. Después le hablaba en voz baja.