Julie Christie



Cuando era pequeño, en la tierra de la niebla era imposible cruzarte con un personaje famoso por la calle (aparte del señor alcalde, que salía de vez en cuando en el periódico provincial). Como mucho, venía una compañía de variedades por la fiesta mayor con chicas más risueñas que las que vivían en el pueblo.

Los famosos de verdad quedaban reservados para el fin de semana, en la pantalla a todo color del cine al lado de la estación de trenes. Cuando se apagaban las luces, me acomodaba lo mejor que podía en la butaca incómoda de madera, junto a Sala y Miró, y espera a que apareciera Johnny Weissmuller, luchando con cocodrilos, o Terence Hill y Bud Spencer repartiendo mamporros en un salón del oeste. Aquellos héroes, que me magnetizaban cada domingo por la tarde, vivían a distancias siderales de mi territorio vital.

A la salida del cine, me apuntaba en una libretita el título de la película, los nombres de los actores y del director, mientras Sala y Miró me metían prisa para ir a jugar al futbolín al bar de la señora Flora. A mis amigos les gustaban las películas de acción, como a mí. Por eso, todos los filmes que tenía anotados en mi pequeño diario cinematográfico eran del estilo: Noche de gigantes o Le llamaban Trinidad.

Hasta que una tarde vimos Doctor Zhivago, no recuerdo si por equivocación o porque no había otra cosa, y aquel primer plano de los ojos de la actriz protagonista inundaron de azul la tierra de la niebla durante toda la semana. A la salida, anoté su nombre en mi libretita repleta de héroes y villanos, y en la que todavía no tenía a ninguna actriz: Julie Christie. Su mirada no existía en las mujeres de la tierra de la niebla, ni siquiera en las chicas risueñas de la compañía de variedades que nos visitaban una vez al año, por la fiesta mayor.

Creo que ella fue mi despertar a la primavera (junto a la carnicera de la calle de las librerías que espiaba a la salida de la escuela, aunque era mucho más cercana y mediterránea). En mi vida habían aparecido las mujeres y se quedaron para siempre, a pesar de que no lucharan contra cocodrilos ni se pelearan en un saloon.

Julie Christie simplemente se paseaba en un carruaje por las calles de Moscú con la música de Maurice Jarre de fondo. No necesitaba hacer nada más para que te fijaras en ella. Me pre-enamoré, con esos enamoramientos pre-adolescentes. De eso hace mucho tiempo.

Hace una semana me afeité con crema de sales minerales, me puse una mascarilla hidratante 9.60 del Mercadona, me duché con gel de lima y limón, y me perfumé con unas gotas de Jasmin noir de Bulgari (de una botellita de promoción que robé en Sephora). Me vestí con unos tejanos oscuros y una camisa negra, y estrené unos mocasines de gamuza de color caldera que había comprado el día anterior de rebajas en Decathlon.

Llegamos al auditorio de La Pedrera con el tiempo justo. Sólo quedaba libre la última fila de asientos en el lateral izquierdo. La veríamos con cierta dificultad, pero al menos estaríamos en el mismo espacio que ella.

Entonces se apagaron las luces y me acomodé en la silla de madera. A mi lado no estaban ni Sala ni Miró. En el escenario no esperaba ni a Tarzán ni a dos cowboys. La mujer de los mares del sur me tocó el brazo para que me girara. Por una puerta a mi espalda, salía ella acompañada por dos personas. Rozó mi respaldo. Parecía una persona mayor, pero sus ojos seguían inundándolo todo de azul, en ese frame de penumbra en que apenas se cruzaron nuestras vidas.

Era Julie Christie que se dirigía al escenario para recitarnos poesía con Marta Pessarrodona, en inglés y catalán.

Me gustó especialmente el poema de Dorothy Parker "Threnody":

Lilacs blossom just as sweet
Now my heart is shattered.
If I bowled it down the street,
Who's to say it mattered?
If there's one that rode away
What would I be missing?
Lips that taste of tears, they say,
Are the best for kissing.
Eyes that watch the morning star
Seem a little brighter;
Arms held out to darkness are
Usually whiter.
Shall I bar the strolling guest,
Bind my brow with willow,
When, they say, the empty breast
Is the softer pillow?
That a heart falls tinkling down,
Never think it ceases.
Every likely lad in town
Gathers up the pieces.
If there's one gone whistling by
Would I let it grieve me?
Let him wonder if I lie;
Let him half believe me.

Ese poema me pre-enamoró como si fuera un pre-adolescente.

A la salida del acto le pedí a la mujer de los mares del sur (que es mucho más cercana y mediterránea) si tenía un bolígrafo para anotar los nombres de aquellas dos personas que nos habían regalado una hora de vida en mi vieja libreta de gente importante, donde ya no hay lugar para hombres duros de pelar. Me metió prisa, porque quería ir a jugar al futbolín en un bar del Eixample.

5 comentarios:


    Sense tenir la sort de presenciar-ho en directe, la setmana passada vaig veure-la i escoltar-la en un vídeo, al Núvol.
    Em van tornar records semblants als teus, de quan vaig anar a veure Doctor Zhivago amb una amiga al cinema de pelis per gent gran del poble (a l'altre només feien sessions de tarda, de Disney...) . Érem petites, però anar a veure aquella pel·lícula ens va fer sentir grans, com si alguna cosa canviés dins nostre. Em vaig enamorar d'Omar Shariff i dels ulls d'ella, i del paisatge rus. No vaig entendre perquè no havia d'acabar "bé". Ara que sóc gran entenc més coses...i de tant en tant agafo el You tube i em poso el Lara's Theme, sentir les balalaikes i veure'ls a ells dos dalt del trineu encara m'emociona.

     

    A casa, cada dissabte un germà diferent anava a comprar el tp. Jo mirava les pelis de la setmana am il.lusió. quan el tp caducava, agafava les tisores i em guardava la ressenya que anava acompanyada d'una foto. Ara Clarck Gable ara Greta Garbo o Vivian Leigh i Laurence Olivier. El poema de Dorothy Parker em va fer plorar, en record de les coses viscudes i una mica perdudes.
    Ah, sóc Emily!

     

    Quines coses més xules que feis a Barcelona. I jo sense voler deixar la meva illa...

     

    Qué hermoso recuerdo pasado y presente :)

    Tiene razón Francesca... Todos unos privilegiados. Se me ponen los dientes largos. Lo escuché por la radio y pensé " Quién pudiera estar ahí!""

    un abrazO..

     

    Qué hermoso recuerdo pasado y presente :)

    Tiene razón Francesca... Todos unos privilegiados. Se me ponen los dientes largos. Lo escuché por la radio y pensé " Quién pudiera estar ahí!""

    un abrazO..