Preludio del verano



La plaza de Mañé i Flaquer es un cuadrado diminuto que dibujan obedientes siete edificios de varias plantas y una casita con jardín. Está en la orilla del tranquilo barrio de Sant Gervasi más cercana a mi bullicioso barrio de Gràcia. Me gusta escaparme para sentarme un rato allí, en uno de esos bancos bajo las acacias, y detener el cronómetro de la vida mientras las nubes transitan apagando o iluminando las fachadas y la gente pasea perros que jamás ladran.

El miércoles pasado estaba en ese lugar, con el sol en la cara, haciendo visera con la mano en mi frente para mirar la pantalla del móvil y saber cuándo se bajaría Ilse del AVE, un año después de verla por última vez. Necesitaba un poco de paz antes de recibirla porque ella es como Gràcia y yo como Sant Gervasi. Esperaba su sms con las piernas estiradas, preguntándome quién viviría en esa única casa unifamiliar en ese entorno perfecto de la plaza recóndita.

Ilse no supo llegar a la plaza de Mañé i Flaquer el miércoles pasado, donde me hubiera gustado recibirla en aquel silencio. Así que tuve que levantarme del banco, subirme los pantalones que me vienen grandes (soy el increíble hombre menguante) y caminar hasta la parada de metro de Fontana. La vi entre cien personas que esperaban a alguien, en la otra acera de la calle. Nos separaban los taxis pintados de negro y amarillo, las familias con cochecitos de bebés, los encuestadores, los músicos de calle, los perros que ladraban... Pero estaba allí, con su sonrisa tímida de siempre, sus gafas de diseño nuevas y su ingenio irreductible. Cada año es mi preludio del verano.

Nos montamos juntos en el ómnibus 27, con su amigo moderno -más flaco que yo y con una gorra de revolucionario sudamericano- y mi amiga misteriosa -vestida de negro y con las uñas de los pies de rojo fuego-. El transporte público nos acercó a la montaña para contemplar el universo Mèliés en una exposición temporal del Caixaforum. Vimos, en casi silencio, linternas mágicas, fenakistoscopios, zootropos y el Voyage dans la lune. Dos madrileños y dos catalanes nos seguíamos unos tras otros como hormiguitas, mientras nos emocionamos con esa exposición dedicada a un francés.

En los días siguientes hubo tormentas de arena en la playa con Ilse, mientras ella hablaba con su madre por teléfono y una niña intentaba elevar una cometa junto al mar. Hubo una sesión de lencería kitch en el Primark. Me habló de su pena por Daniel Johnston y que no quería volver a verlo actuar en directo, por su decadencia. Existió una espera de media hora frente a la entrada principal del Liceu (hasta que ella acabó de hacerle la manicura a esa vieja amiga suya barcelonesa). Encontramos un banco en el Fòrum en el que el sol nos tostaba la cara a ella, a la mujer misteriosa y a mí, tras esa explanada en la que los músicos ensayaban sus conciertos en las carpas del Primavera Sound. Hablábamos entre nosotros, mientras un niño vestido de la familia Monster se subía con cuidado a un tobogán y otro más mortal bajaba de cara sin miedo.

Mi cronómetro estuvo detenido todo ese tiempo con Ilse (sólo se detiene cuando vives). Luego, ella se perdió entre esa marabunta de modernos que asistían a los conciertos y ya no pude verla por última vez, aunque giré mi cabeza en busca de su estela. Eso fue el último sábado con esa chica. Mi reloj volvió a correr. Deberá pasar un año para reencontrarla. Entonces, seguramente nos seguiremos queriendo, como desde hace tiempo.

El domingo regresé a la diminuta plaza de Mañé i Flaquer. A ese cuadrado que dibujan obedientes siete edificios de varias plantas y una casita con jardín, en la orilla del tranquilo barrio de Sant Gervasi más cercana a mi bullicioso barrio de Gràcia. Me senté en uno de esos bancos bajo las acacias y observé las nubes que transitaban apagando o iluminando fachadas. La gente paseaba perros que jamás ladran. En ese momento, Ilse se marchaba de Barcelona en el AVE de las seis de la tarde con destino a Madrid, en el otro extremo de la ciudad.

Me puse la mano en la frente, haciendo visera, mientras le escribía un sms de despedida. Ella es Gràcia y yo Sant Gervasi. Así que me adentré en el bullicio de mi barrio para sentirla todavía conmigo, pensando que esa mujer había inaugurado mi verano.

13 comentarios:

    "Wilhem, ¿qué sería sin amor el mundo para nuestro corazón? Una linterna mágica sin luz. Apenas pones la lamparilla aparecen sobre tu blanca pared imágenes de todos los colores. Y aun cuando no fueran más que eso, fantasmas pasajeros, constituyen nuestra felicidad si los contemplamos como niños pequeños y nos extasiamos ante esas maravillosas apariciones."
    Penas del joven Werther.

     

    Amb la cita de l´Emília m´he quedat sense paraules.Llegir el teu post és talment com veure totes i cadascuna de les imatges que projecta la llinterna màgica sobre la paret.

    Només et puc dir que en aquest temps en què floreixen les acàcies i els núvols passen de pressa, la idea de felicitat també se´m fa més propera.Encara que aquest any el bon temps es fa esperar...

     

    Aix que bodito es el amor sobretodo en primavera!!! Ah, que no va d'això!? Sorry!!
    Si que us la passeu bé els madrilenyus i els catalans quan no hi ha futbol pel mig... ;)
    Dona bo llegir-te!
    M'has fet buscar la placeta al maps i em sembla que quan van fer la foto estaves en un dels banquets ;P

    Petonets Paseante

     

    Als amics sempre se'ls ha de cuidar sigui l'època de l'any que sigui. Saps triar places... les de Gràcia estan massa massificades :)

     

    Amb aquestes descripcions tan xules que fas, si jo vivís a Barcelona, segur que et buscaria dia sí dia no i segur que et trobaria sense fer-ho. M'ha agradat això de "modernos", ja ho penso jo també, això i la pell envellida de les meves mans em colpeja de tant en tant per recordar-me que cada cop som menys la nina que semblo.
    Per cert, gràcies per llegir "Camp de mèrleres", em va vergonya, hombre menguante...

     

    ja et val, paseante, fer l'indiu "con la mano en la frente..."

    només et faltarien un parell de plomes lligades amb una cinta i ja podries fer la competència a qualsevol gorra!

    :)

     

    Solo se detiene nuestro cronómetro de la vida mientras vivimos...

    Es así!
    Nunca se me había ocurrido pensarlo. Los momentos inolvidables no tienen tiempo, viven al margen de él.

    Preciosa tu entrada, Paseante y que dulce comienzo de verano, con tu amiga Ilse. Esas amistades que acuden a nuestro encuentro siempre.


    Un beso

     

    Emily, és un fragment molt bonic. Aquell parell de tardes, algú va posar una bombeta a la llanterna màgica. Crec que us vau caure bé, ella i tu (fantasmas pasajeros).

    País Secret, aquest estiu treurem les llanternes màgiques a passejar, quan arribi el bon temps. Ja ho veuràs.

    Lluna, no és amor. És companyia, complicitat, fidelitat, enyorança... Ara que ho penso, sí que és amor :-) M'has vist net i polit en aquell banc de la placeta? Un petonet.

    Anna, però les persianes de Sant Gervasi tenen menys street art que les de Gràcia. Per què deu ser?

    Fedora, a Barcelona faríem grans caminades tu i jo. On tu veuries un conte, jo només hi trobaria una pedra. Però seria emocionant mirar pels teus ulls. "Camp de mèrleres" és una delicadesa. Si no ho pensés així, ho diria d'una altra manera. M'agrada molt aquest llibre.

    Culdolla, vigila que l'indiu no faci una foguera i balli la dansa de la pluja entorn teu :-)

    Daltvila, muchas gracias. Yo noto que se me escurre el tiempo cuando sólo hay rutinas. Cuando hay novedades es como si se detuviera mi reloj. Un beso.

     

    Per què deu ser, que jo també t'he visualitzat fent "l'indiu"? :D (no, senyu, no m'ho estic copiant, li dic la veritat!)

     

    Montse, quan tinc un badall em poso la mà a la boca per educació, no per dir: "Jau" :-)

     

    És que no tinc paraules... ho heu dit tot! Que poema tan maco, Emily! Gràcies per compartir-lo!

    PS:haig d'escriure EMILY (!!!)

     

    Buenísima la música!


    *Odio la verificación de palabras
    :(((

     

    Commuter, sí que és bonic el poema que ha posat l'Emily. Gràcies per passar per aquí una altra vegada.

    Daltvila, yo también odio la verificación de palabras, pero odio todavía más el spam :-( Un abraZoso.