Una vez hubo una guerra (Manuel).



Mi abuelo paterno existió una vez. Se llamaba Manuel. Sólo le he conocido a través de fotografías.

Hay un estanque salitroso en la tierra de la niebla. Los vecinos extraían sal de allí, desde el siglo XV, cuando se evaporaban las aguas en verano. Tras la Guerra Civil, los militares lo secaron para reconvertir esas hectáreas en terrenos de cultivo que regalaron a gente venida de fuera de la comarca y que hablaba en la lengua en la que escribo este texto.

Hace poco, y tras décadas de lucha, las instituciones recuperaron el estanque, expropiando los terrenos, adecuándolos y llevando de nuevo el agua hasta allí para anegar ese parque que contará próximamente con 260 hectáreas listas para que todo vuelva a ser como fue entonces.

Mi padre me condujo hace un par de semanas en su viejo Ford-T al estanque salitroso. Había formado parte de su niñez, y en sus ojos grises se leían palabras que no emitía su garganta. Prefirió señalarme las especies forestales que lo poblaban: almendros, olivos, juncos, cañaverales. Me advirtió que andara con cuidado con esas comadrejas europeas que muerden, con los tejones, los zorros, los jabalís o esos sapos parteros que son capaces -si te distraes y te acercas demasiado a la orilla- de atraparte entre sus fauces y arrastrarte al fondo de las aguas hasta aniquilarte. Con esos aguiluchos laguneros con recursos para elevarte entre sus garras -si te descuidas- y llevarte al nido para que te devoren sus polluelos.

Me enseñó a descubrir esos peligros. En la tierra de la niebla pocos habitantes de la metrópolis, pocos usuarios de omnibuses, sobrevivirían más allá de un par de días. Hay que ser muy vivo allí. En ese paseo, vi nidos en la copa de un árbol. Me quedé medio minuto analizándolos y rápidamente le dije a mi padre: "Ocells?". Él asintió. Vi marcas de herraduras en el barro. Me puse en cuclillas para estudiarlas. Medio minuto después, aseguré rápidamente: "Cavalls". Él asintió.

Nos cruzamos con un amigo suyo de infancia. Llevaba gafas de sol y pantalones cortos de atletismo. Parecía un deportista junior, a pesar del rostro labrado. Contó que venía cada tarde a caminar su kilómetro y medio para mantener la forma física y, también, para recuperar ese lugar suyo de niñez que se había esfumado durante tantas décadas. Hacía siglos que no se veían, y repasaron el tiempo perdido con esa memoria repetitiva de los ancianos.

Cuando los combates de la Guerra Civil llegaron a la tierra de la niebla, ellos apenas se aguantaban sobre sus piernas de críos. Y jamás fueron muy conscientes de lo que sucedió realmente en esa batalla del Segre.

Tras la guerra, mi padre pudo disfrutar de su padre poco tiempo. Pero fue suficiente como para que le acompañara mil veces a ese estanque salitroso del que los vecinos extraían sal, desde el siglo XV, cuando se evaporaban sus aguas en verano. Fue el tiempo justo para que le alertara de todos esos peligros a los que no sobrevivirían los habitantes de la metrópolis, los usuarios de los omnibuses. Mi padre se bañaba allí, en ese oasis de esa zona semiárida de la tierra de la niebla. Saltaba feliz al agua para salpicar comadrejas y zorros que abrevaban en la orilla. Sin temor.

Su padre le vigilaba atento en la orilla, alertándole de los peligros para que ningún sapo partero le arrastrara al fondo de las aguas. Sin darse cuenta de los temores que le acechaban a él, todavía ajeno (en esa calma del estanque) a la condena de muerte que los militares le regalarían en esa posguerra. Mi abuelo era un asturiano menudo. En las fotos me recuerda a Picasso, con esa calva espléndida y la mirada viva. Cuentan que era inteligente, progresista, de trato sencillo aunque dirigiera una empresa hidráulica. Le debió ser fácil conquistar, en esas condiciones, a esa chica -mi abuela- de la tierra de la niebla. Hablaba en la lengua en la que escribo este texto. Cuando murió, mi padre era un niño todavía, y estoy seguro de que buscó mil veces, en esos caminos junto al estanque, las huellas de ese hombre del norte. Hasta que los militares secaron esas aguas en 1951.

Mi padre me llevó hace un par de semanas en su viejo Ford-T al estanque salitroso que acababan de rescatar las instituciones. La última fase de la recuperación había finalizado, y las aguas alcanzaban los márgenes de los caminos. Unas barquitas blancas estaban preparadas para dar paseos a siete euros los cuarenta minutos en el pequeño muelle. Había poca gente caminando allí. Es un lugar que recuerdan los viejos, pero que los jóvenes no han descubierto todavía. Estaba a punto de anochecer, y regresamos al aparcamiento. Pisé algo grande y todavía caliente en el camino. Me agaché y dije: "Merda". Después de medio minuto, deduje: "De cavall". Mi padre asintió con sus ojos grises, dándome una palmada en la espalda y viendo cómo prosperaba en mis conocimientos que me permitirán sobrevivir para siempre en ese entorno. Y luego mandó a pasear su mirada por el estanque, en busca de alguien que le arrebataron hace tiempo. En esa jodida posguerra.

PD: Como otras mil veces: gracias Ilse por la música.

PD2: Si us vé de gust una excursió diferent d'un dia, cliqueu aquí. Sereu benvinguts a la terra de la boira, fins i tot el carallot del Veí. No tinc comissió. I si trepitjeu merda, serà de cavall.

16 comentarios:

    Sé que hay gente que se indigna por el rescate de la memoria de la guerra civil. Como soy del parecer que sólo se aprende de los errores y que conocer la historia es imprescindible para crecer, para entender cómo se pierde el respeto por las personas y se cometen pecados de esos que hacen llorar a nuestros ángeles de la guarda durante décadas, llevo años indignada por el olvido. Hoy añado a mi memoria también a Manuel.
    Además de unos cuantos consejos prácticos: sin tu advertencia podría haber intentado besar alguno de esos sapos, y no quiero ni imaginar las consecuencias!

     

    està bé que hagin recuperat l'estany. Hi haurem d'anar.

    Com sempre un post entranyable.

     

    Paseante,
    Aquests passejos i aquestes breus converses són plenes de sabiduria.
    I ja veig que tot i ser "urbanita" vas apreent els entrellats del "camp" :)
    A la meva terra hi ha més "ensaïmades de vaca " que de cavall :)
    Gràcies per la proposta, amb l'eix ho tinc a prop!

     

    Una bona proposta per fer una escapada. Buscarem el moment d'anar-hi.
    Està bé que es recuperin espais naturals. Les aus i demés especies també ho agrairan. Gracies per avisar dels perills que hi ha pels urbanites. Hi anirem amb compte.
    Bon estiu!

     

    Preciosa canción e historia aunque en un marco tan triste como la Guerra Civil y la falta de escrupulos y respeto de los ganadores por la tradición, cuando algo esta bien y se hace de toda la vida ignorarlo y destruirlo es realmente vomitivo....pero ya se sabe que el hombre es capaz de eso y muchas mas cosas.

    Seguro que tú abuelo fue una gran persona, aunque no le conocieras seguro que tú padre te habrá contado unas cuantas historias;)

    saludos

     

    Estic devorant "Historia de mis calles" del González Ledesma i la part que parla de la guerra i postguerra és brutal. Si tens temps, no te'l perdis. Està bé recordar la nostra història. Sovint crec que no transmetem als que venen darrera el que els avis ens explicaven, que s'està oblidant una part important de la nostra història recent. Una llàstima, va haver-hi molt patiment i el van sofrir els que ara tenim (o teníem) prop.

    A la tardor, quan no piqui tant el sol i la calor, no em perdré aquest indret que, insòlitament fent de tour-operator, ens recomanes.

     

    hello saferide té un tema senzillament deliciós que, suposo, coneixes: highschool stalker.

    dit això ... ara passo a llegir el post!!!

     

    Xurri, hay una frase que recuerdo a medias. Más o menos viene a decir que la gente que olvida su historia está condenada a revivirla. Y sabía que intentarías besar a uno de esos sapos. Si es que llevas el asfalto en la sangre :-)

    Khalina, gràcies. A veure si pots convèncer el Wow. Crec que als nens els agradaria.

    Joana, tinc tendència a trepitjar qualsevol ensaïmada, sigui de la bèstia que sigui, perquè sempre bado. A veure si t'animes i aprofites aquest eix.

    Fra Miquel, també et dic que t'animis a anar-hi un dia. N'estic segur que t'agradaria. Tot i que allí no hi ha un Starbucks al costat del parc. Aisss, aquests urbanites... :-) És humor, eh?

    Atikus, conozco algunas historias de mi abuelo. Básicamente era un buen tipo.

    Rateta, has canviat d'imatge! M'agrada aquesta, però la d'abans era més entranyable. M'apunto el llibre, i coincideixo amb les teves paraules. I si em deixes fer una miqueta el fantasma, a aquest autor el vaig conèixer quan era un principiant en un diari i ell un home bregat.

    Òscar, conec la cançó. Miraré de posar-la en un post.

     

    a mi m'agafa una mica lluny tenint en compte que no tinc cotxe ni res que se li assemble però conservaré la teua història en la meua memòria. Per si he de sobreviure.

     

    Nimue, jo tampoc tinc cotxe ni res que se li assemble. Al menys tu disposes de Zeppe que et salvava dels palaus de gel quan feia fred. Demana-li que et porti al parc aquest.

     

    Fa uns quants mesos que vinc a passejar pel teu blog però fins avui no m´he decidit a comentar. M´ha agradat especialment el que expliques avui i ho he llegit lentament, veient i quasi sentint el mateix que tu.
    Jo també tinc històries dels avis i besavis lligats a la terra i arrabassats per la història.
    Les institucions van recuperant poc a poc espais naturals i nosaltres anem recuperant els espais de la memòria.
    A reveure

     

    País secret, moltes gràcies per entrar. Miraré a casa teva si hi trobo les històries que em dius.

     

    El meu blog està a les berceroles va nèixer pel febrer, Paseante. Les històries dels avis són al forn coent-se a foc lent.
    Però també tenen ganes de sortir.

     

    Mica en mica, Pais secret.

     

    I per que no escrius en català?

     

    Menta, perquè domino més el castellà escrit. Només per això.