¿Qué me pasa doctor?


Como si fuéramos niños, nos sigue dando miedo todo. Y corremos ante la duda. Escapamos.

Carlos Llamas ha muerto de cáncer. Me gusta la radio, lo mismo que aborrezco la tele. Era gratis escucharle en su programa, y su voz me ayudaba a analizar los temas antes de que se asomara la madrugada por el balcón, aunque no pensara para nada como él. Lástima de esa enfermedad, porque era amable en sus planteamientos.

Hace unos días, dos hombres de mediana edad (seguramente doctores) hablaban de cáncer a pleno pulmón por la calle. Odio correr (aunque me encanta caminar), pero ese anochecer hice una carrera para alejarme de sus voces, mientras escupía el pitillo y les maldecía. No me gusta tratar el tema enfermedades, ni escuchar hablar de ellas. Pero parece que la gente mayor lo sabe en la cola del supermercado y me mortifica entrando en detalles de las patologías que sufren, mientras aguardo mi turno para pagar y me mareo con su historial clínico.

Cuando era niño me salvé de la muerte alguna vez. Fui enfermizo: dos pulmonías, intervención quirúrgica del tabique nasal y de amigdalitis, continuas visitas al oftalmólogo Calvet. También sufrí una apendicitis que el anciano doctor Gallego confundió con gases de estómago y que acabó en una peritonitis necesitada de quirófano de intervención urgente (recuerdo que la ambulancia no llegaba, y me llevó al hospital en su Citroën el viejo vecino de apellido francés: Campistrou). El tratamiento posterior en la clinica hizo huir a las monjas que me asistían en esos tiempos, asustadas antes las palabrotas de ese chiquillo poseído por el demonio con un doloroso tubo que drenaba la panza enferma y que a ellas les gustaba remover para que estuviera más cerca de Dios. Creo que las llame males putes, pero no podría jurarlo. Era un niño.

Luego sólo enfermé una vez más. Mis piernas se paralizaron con los Juegos Olímpicos de Barcelona, cuando más las necesitaba para acudir al estadio. Primero caminaba como un pato, pisando raro. Después, simplemente, no podía andar. Estaba a punto de comenzar la PSS (esa prestación social por la que tantos lucharon para anular el servicio militar). Me ingresaron una semana en un hospital de campaña. Me clavaron electrodos en las piernas para ver si había perdido sensibilidad (era muy doloroso -ahora soy como esas vecinas de la cola del súper). Me introdujeron en un túnel para hacerme una resonancia magnética (la máquina de la verdad). Es lo peor que he pasado en la vida, por la claustrofobia. No sabía qué podrían detectarme. Era estrecho, me faltaba el aire y tenía miedo de palmarla en ese tubo.

La mujer que llevaba mi caso era la doctora House, lo puedo jurar. Fría, distante, maduramente atractiva. Le pregunté qué tenía, y me tuvo muchos días sin darme respuesta, hasta que sonrió con maldad y dijo que era un virus tropical (en esa época nunca había viajado lejos de Europa). Aseguró que me lo habían detectado a tiempo y que podría seguir contagiándome de virus tropicales muchos más años. Afirmó que con inyecciones de cortisona me recuperaría. Quise darle las gracias, pero tenía otro paciente al que atender, más grave. Así que me señaló con su bastón la puerta de salida del despacho.

Aunque han pasado muchos años podría reconocerla en cualquier esquina oscura. Tenía razón: me recuperé. Nunca he vuelto a tener trato con doctores, a pesar de mi teléfono fijo. Tengo un 93 y siete números más (que no digo aquí para no dar pistas) que se parece mucho al de un doctor especializado en huesos. Recibo varias veces al mes llamadas en directo de gente necesitada de asistencia médica, o me dejan mensajes agobiados en el contestador cuando estoy de viaje al Mercadona (en busca de nuevos historiales clínicos).

El último era: "Sí, doctor Morales? Em dic Ferran B. R. (escondo los apellidos). Vostè em va fer l'operació de les artroscòpies als genolls. Ara resulta que m'han detectat algun tipus de malaltia reumàtica. I bé, es veu que tinc una cadera en un estat lamentable, igual que un genoll. M'han dit que és molt urgent que busqui un traumatòleg. I per això em poso en contacte amb vostè, Truqui'm al 93..." (y siete números más).

Voy a olvidar que soy hipocondríaco, a dejarme barba de siete días y a recuperar el bastón de mi abuelo asturiano, para aprovechar esos clientes desorientados del doctor Morales, convertirme en un falso médico y emitir diagnósticos erróneos.

PD: Gemma Nierga dijo de Carlos Llamas que tenía una voz demasiado hermosa para una cara tan fea. Cúidate locutor. También tú Fredi. Acabo de saber de ti y ya no estás. Menuda prisa.

11 comentarios:

    Preciosa voz, gran reflexión de Gemma Nierga.

    A mí se me saltaron las lágrimas cuando en un programa de radio por la mañana, pasando por una zona con las gafas de sol aún puestas, dieron la noticia de su muerte. Las palabras entrecortadas de la locutora, la emoción de sus palabras y la dificultad para seguir hablando lo decían todo de él. Una pena, y sí, menuda prisa tienen, paseante.

     

    Ells no la tenen, però se'n van i a nosaltres ens queda tot el temps que ens quedi per aprendre a viure sense ells.

    Coi, paseante, una setmana mut, i de sobte ens deixes dos videos preciosos i un munt de paraules!

     

    Doncs a mi les paraules de la Nierga em semblen desafortunades. Quantes vegades m'he adormit amb la seva veu, a mí m'agradava.
    Mon pare ha passat un càncer, de moment està bé, ha tingut sort, però jo vaig tenir uns dies que em pensava que tot em feia mal, fins i tot em vaig fer un analisi. Ja se que qualsevol dies d'aquets ens haurem de deixar de fumar. Haurem de triar entre el ducados i el trankimazin!
    Cuida't paseante, i no et barallis amb els pares, desprès has de fer les paus...

     

    Dicen (los médicos) que cuando te toca siempre te pilla de sorpresa, así que las preocupaciones y las acciones preventivas suelen servir sólo para aumentar o canalizar las neurosis particulares de cada uno.
    Por otra parte, tal como he leído hace poco, hay que gastar juiciosamente las 650.000 horas en que nuestros átomos caprichosamente han decidido permanecer más o menos juntos para que estemos aquí. Cuándo y dónde dejen de estarlo es irrelevante, y además, no tiene remedio. Así que si bien el tabaco aumenta la probabilidad de uno de los puntos finales posibles, tampoco confiere una certeza absoluta de que sea ese en particular, de modo que fúmate un cigarrillo mientras lo meditas, y no te vuelvas House. Cuatro días que estamos aquí, ya son ganas de gastarlos amargándole la vida a los demás.

     

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    tu post me ha gustado mucho y me gusta mucho coincidir contigo y charlar, aunque parece que vivamos en continentes diferentes ( :

     

    Que decir del post Paseante , soy del grupo de los que equivocadamente , lo sé , no va al médico para que así no les encuentren nada.
    No me gusta hablar de enfermedades. Y cuando topo con un corrillo en alguna cena o reunión en el que los interlocutores , hablan de quién se ha muerto o no escatiman en detalles de síntomas y enfermedades,me doy disimuladamente la vuelta, me voy a la mesa más cercana , toco madera . Y acto seguido me zampo trés canapés y me sirvo otro vino.

     

    buf buf buf... una peritonitis... buf buf, quin mal!

     

    Espero que nosotros seamos más pausados Marta.

    Això d'escriure posts va com va. De vegades tenim més temps i de vegades ens manca, Gemma. Gràcies per les teves paraules.

    Ho haurem de deixar Emily això de treure fum com ximeneies. Me n'alegro que el teu pare se n'hagi sortit, i que siguis una mica hipocondriaca (així em sento acompanyat). Jo també escoltava la Nierga fa segles. De fet vaig estar amb ella al meu llit (literalment). Però això només ho dic per fer-me l'interessant. Potser un dia ho explicaré.

    Xurri, 650.000 horas en que nuestros átomos deciden estar juntos... Cómo se nota que estás leyendo ese libro científico. Cuando me convierta en House te vas a enterar qué pienso de ese tipo de lecturas :-)

    Be, eres una de las personas con la que he hablado más en este milenio. Me gusta hacerlo. Así que coincidiremos de nuevo en nuestros caminos.

    Eres de las mías MK. A veces da gusto saber que hay más gente marciana en el mundo, como uno.

    Jajaja, Arare, també vas tenir de metge aquell senyor amb ulleres que diagnosticava malament?

     

    No sólo nosotros, paseante, espero que también los nuestros, aunque a decir verdad, esta semana se me ha ido uno de ellos, con muchas, muchísimas prisas.

    29 años, con un bebé de 3 meses y sin estar enferma. Se fue.

     

    Ho sento molt Marta. No és just, però és així.